Este debate lleva tiempo sobre la mesa, sobre todo desde que Internet se volvió algo cotidiano o constante a través de los teléfonos inteligentes, tablet y cualquier dispositivo móvil que se precie. Acceder a la red no se convierte en algo «visible» a través de una pantalla de ordenador, sino que acompaña los actos íntimos: conversaciones, búsqueda de información, curiosidades e intereses particulares. Es parte de este mundo, parafraseando a Niños Mutantes y hablando de menores, su mundo que es su realidad.
Esta noticia saltó recientemente a los medios: un menor roba la contraseña del Facebook de la chica que le ha dado calabazas, como venganza. Los desengaños amorosos y las venganzas son tan antiguos como la humanidad, lo más reciente son los medios a través de los cuales se pueden expresar. La realidad de los menores pasa por socializarse con su grupo de iguales también a través de las redes sociales. Sin ser partidaria del alarmismo, hay que ser conscientes de lo que eso supone.
Haciendo un símil con el fenómeno del «botellón», hay que diferenciar el hecho de congregarse de los jóvenes bajo ese conocido refrán de «¿dónde va la gente? donde está Vicente» del dato de alcoholismo, gasto público, molestia para los vecinos y generación de basura, entre otras cosas, que provoca. Necesitamos regular las consecuencias de los malos usos de las herramientas de las que disponemos. Esto es lo que harán en el I Congreso Internacional de la Educación Digital. Siempre ha sido mucho más efectivo educar que prohibir. En ese equilibrio se encuentra uno de los retos actuales de la educación tecnológica.
Si la caridad bien entendida empieza por uno mismo, la educación también. Formarse para poder formar, educarse, aprender a enseñar para enseñar a aprender… Podemos dar las vueltas que consideremos oportunas, llegando a la misma conclusión: los maestros y las maestras del futuro inmediato necesitan estar formados en el buen uso de los recursos tecnológicos. Son una generación que hace vida con dichos recursos, sin embargo eso no nos tienen que llevar a presuponer que conocen su potencial, sus bondades o sus riesgos. También llevan toda la vida dentro del sistema educativo y no por ello tienen que ser especialista en educación. Se forman para serlo, así que es imprescindible integrar en su formación la tecnología educativa. En otro post hablaremos de cómo nos formamos quienes formamos para eso 🙂